12 octubre 2009

Beato Juan XXIII - 11 de octubre

Del discurso de Juan Pablo II a los peregrinosque fueron a Roma para la beatificación (4-IX-2000)
El Papa Juan XXIII, además de las virtudes cristianas, tenía un profundo conocimiento de la humanidad con sus luces y sombras. Para ello, su pasión por la historia, cultivada a lo largo de mucho tiempo, le resultó de gran ayuda.

Ángelo Giuseppe Roncalli asimiló en su ambiente familiar los rasgos fundamentales de su personalidad. «Las pocas cosas que he aprendido de vosotros en casa -escribió a sus padres- son aún las más valiosas e importantes, y sostienen y dan vida y calor a las muchas cosas que he aprendido después». Cuanto más avanzaba en la vida y en la santidad, tanto más conquistaba a todos con su sabia sencillez.

En su célebre encíclica Pacem in terris propuso a creyentes y no creyentes el Evangelio como camino para llegar al bien fundamental de la paz. En efecto, estaba convencido de que el Espíritu de Dios hace oír de algún modo su voz a todo hombre de buena voluntad. No se turbó ante las pruebas, sino que supo mirar siempre con optimismo las diversas vicisitudes de la existencia. «Basta la preocupación por el presente; no es necesario tener fantasía y ansiedad por la construcción del futuro». Así escribió en 1961 en el Diario del alma.

Al dirigiros mi saludo a cuantos habéis venido especialmente de Bérgamo y de Venecia, con el cardenal Cé y el obispo Amadei, deseo que el ejemplo del Papa Juan os impulse a confiar siempre en el Señor, que guía a sus hijos por los caminos de la historia.

[Cf. L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 1 y del 8 de septiembre del 2000]

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